El antiguo novio de la joven Isidora Bravo, interrumpió a voces la misa donde se daba a conocer la primera amonestación...
En otra boda, en 1768, ocurrió algo parecido pero con distintos protagonistas. Esta vez fue el antiguo novio de la joven Isidora Bravo el que interrumpió a voces la misa donde se daba a conocer la primera amonestación o velación. el joven alegó que Isidora le pertenecía a él, porque se habían dado palabra de matrimonio y lo habían consumado. La vergüenza de la novia y de toda su familia duró más de unos cuantos meses. Isidora no se pudo casar en esa ceremonia con quien estaba previsto, el joven de 25 años Raimundo Sánchez. a pesar del escándalo pudo celebrarse el enlace pasado un tiempo.
Hubo muchas bodas que también dieron que hablar. Otras acabaron en los tribunales, como la de Alonso González, de 29 años, que en 1784 quiso casarse con María Antonia Cabrero, de 22. Él era de Roscales y ella de Guardo. en la segunda amonestación, en plena misa mayor en San Juan, una joven llamada Rosa Benito, natural de Nogales de Pisuerga y residente en Guardo, dijo a voces que el novio "le debía palabra y daño". ¡¡Qué escándalo!! El cura teniente don Andrés Barcenilla, un párroco de mucha personalidad, no sabía qué decir ni qué hacer, ni daba crédito a lo que oía. Después de unos larguísimos minutos de silencio y de estupor entre los asistentes, el cura suspendió los esponsales. El novio fue detenido al no querer saber nada de Rosa Benito y al negar las acusaciones de ésta. El juicio se celebró en el Tribunal eclesiástico de Palencia. Alonso fue declarado culpable y tuvo que pagar las costas del juicio. El cura de Roscales recibió orden de embargarle los bienes para cobrarle los 400 reales de esas costas. Si esto no era posible, no le daría ninguno de los permisos necesarios para casarse cuando quisiera. Al final, Alonso González pagó y pudo casarse con Maria Antonia Cabrero. No tuvieron hijos. De la valiente Rosa Benito, ya que todo el mundo se enteró de sus idas y venidas y de sus juegos prohibidos con Alonso, no se volvió a saber más. En aquellos tiempos, una mujer en esa situación quedaba marcada para siempre. Posiblemente se marchó de Guardo.
Otra boda curiosa tuvo lugar en 1771. Juana Cordero y Bernardo Izquierdo eran solteros e iban a contraer matrimonio. Él era de Guardo y ella de Intorcisa. Cuando se iban a dar las amonestaciones eclesiásticas a lo largo de tres domingos, se declaró una epidemia en Guardo. Bernardo contrajo la enfermedad. Su estado era gravísimo. El médico titular, don Domingo Alonso, dijo que no se podían leer las velaciones citadas, porque la muerte estaba a un paso del novio. Se suspendieron. La desdichada novia se desesperó y recurrió al párroco de San Juan. el cura tomó una decisión rápidamente. Para evitar los daños que la suspensión de esta boda pudieran ocasionar a Juana y en especial a su legítima prole, que ya estaba en camino, les casó al día siguiente. El casorio se celebró, el novio en la cama moribundo y la novia cubierta de lágrimas. Las velaciones, como también lo permitía el Concilio de Trento, se hicieron después de la boda.
Guardo, sus gentes y su historia
Jaime García Reyero
Editorial Aruz
@2003
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