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Toda historia es local

Amigo Javier, estamos ante un libro, tu libro, que resulta imprescindible. Imprescindible para cualquiera que ame esta ciudad de Palencia, para cualquiera que la haya imaginado en otras épocas, que haya visto fotos antiguas. Para cualquiera que desee poner nombre a sus pasos, a sus calles, a sus edificios emblemáticos. Si es cierto eso de que cada cual se define por su letra, tú eres el grafólogo que interpreta los trazos de esta querida ciudad; una ciudad que, lejos de ser provinciana y atrasada, estuvo en la vanguardia de ciertos hitos del progreso.


Palencia: momentos, personajes y lugares para la historia


El alma humana en medio de sus circunstancias


PRÓLOGO
Asier Aparicio

Tus 25 artículos, escrupulosos en su documentación, nada novelescos (en el peor de los sentidos), nos van sumergiendo a lo largo de siglo y medio en una aventura evolutiva, en un mosaico de ilusiones y conflictos forjados al calor de nombres concretos, de familias reconocidas, de lugares todavía existentes a los que, tras leer tu estudio, otorgamos el valor que se merecen. ¡Ahora sí que sentimos vivos a nuestros abuelos, a nuestros tatarabuelos! ¡Ahora sí contemplamos edificios como la Plaza de Abastos, el Teatro Principal, la Estación del Norte, Correos… y los imaginamos con su fluir auténtico! Como la mirada de quienes vivan en Palencia dentro de un siglo, como el juicio de quienes aprecien nuestra herencia al cabo de décadas. Para nosotros, seña de lo que fuimos y vivimos, esencia que todavía atesoramos…

De modo que este libro es radiografía, aunque su física nos descubre un alma. Porque toda ciudad se define por sus gentes, sus decisiones, sus trances… (te lo he oído decir muchas veces, amigo Javier) y nada de lo que llamamos devenir escapa a la voluntad de sus protagonistas. ¡Ese es tu mérito, saber recrear con rigor y cariño el humus que nos identifica! Gusta conocer nuestras calles, las construcciones, su época… pero apasiona aún más contemplar su contexto, sus motivaciones, el fuego en que se cuece nuestro cocido. La ciudad como tramoya, la historia como paisaje con figuras.


“Toda historia es local: el alma humana en medio de sus circunstancias” Y esto me conduce a otra idea que tantas veces hemos compartido: ¿no es pueblerino, poco actual, antiglobal, centrarse en lo local, en lo cercano, en la historia de nuestro entorno? ¿No limita el número de lectores? Al margen de consideraciones mercantiles, nuestra respuesta, la tuya y la mía, coinciden: “¡en absoluto!”. Porque opinamos que no existe la historia en genérico, sino el impacto de los hechos en las personas, lo que Unamuno denominaba “intrahistoria”.

Y tú sitúas dicho impacto en nuestra ciudad, ¿por qué no?, como en cualquier otra. ¡A buen seguro que el modo en que vivimos la invasión francesa, el liberalismo, el carlismo, la Primera República o el progreso auspiciado por el cambio de siglo no resulta muy distinto al de otras ciudades!

Tu libro no es solo historia de Palencia, es paradigma de cómo funcionan las relaciones humanas, de cómo se toman las decisiones políticas, de cómo los que nos precedieron creían protagonizar el tiempo más importante, la época más inédita… Y a la vez se parecían a los anteriores, semejaremos a los próximos, porque como he dicho antes, la ciudad no se compone de piedras, sino del hálito que las edifica. Un alma común y perenne que nos identifica como especie.

Así que tu Palencia se convierte en el Oviedo de Alas Clarín (Vetusta en La Regenta), en La Mancha de don Quijote… en tantos espacios locales y personales que alcanzaron el rango de arquetipos universales. Lugares donde se funden lo propio con lo común, exorcizando el peligro tan actual y miope de confundir lo que nos singulariza con aquello que nos separa.

Por fin, querido Javier, señalar que tu libro me reconcilia con la política, más en estos tiempos de descrédito. Por sus páginas se destila, a mi juicio, una idea consoladora: que en toda época, en todo lugar, procedente de cualquier ideología, emergen personas empeñadas en el bien común, en el progreso de la ciudad (también en lo contrario). Y me reconcilia especialmente con lo que llamamos política local, la madre desde Atenas de todas las demás; la única que el ciudadano percibe como suya, ya que en ella reconoce de modo evaluable el vínculo entre hechos y palabras. El ámbito de lo realizable, de la coherencia puesta a prueba. El crisol donde el político percibe el examen inmediato de sus decisiones en la cara de quienes gestiona.

La polis está al alcance de quien la habita; tu Palencia, Javier, en manos de cualquier lector. Tus personajes no se camuflan en ideologías, y si alguna vez lo hacen, pronto quedan al desnudo los auténticos motivos. Son actores que se conocen personalmente, que riñen por motivos familiares; y si a menudo se coloca al rey, al partido o a la república como pantalla, se entiende su discurso como barniz, como fachada de emociones más básicas. La ambición, el recelo, el amor, el miedo… sentimientos primarios que rigen la andadura humana. Como siempre, como ahora.

Un último apunte referido a la estructura y el lenguaje: estamos ante un texto cómodo, envolvente. Me he referido a su rigor, también a su huida de lo novelesco; ahora recalco tu labor como cronista. Un cronista que deja hablar a sus personajes, que a menudo les cede su tribuna, pero que se sabe entendedor de los hechos con la perspectiva que da el tiempo, la visión serenada de los intereses enfrentados. Por eso Javier usa los datos, los ordena de manera pedagógica, aunque sin perder la frescura de su narración. La historia como ciencia para ser contada, no diseccionada. Porque si alejamos los hechos del calor de quien los narra, ¿qué nos queda? Un baile de números y nombres; ese baile, casi siempre aburrido, que tanto odiábamos en el cole. No es el caso. Como buen profesor, te muestras apasionado, la única manera de conectar con el lector, con todo oyente.

Así que, por todo ello, gracias, Javier. Gracias porque tu libro nos ayuda a sentirnos más palentinos. Porque nos anima a comprender la historia como maestra de lo que somos. Y gracias por devolver a lo cercano su vital importancia: nuestra huella será local o no será. ¡Magnífica navaja de Ockam ante
la pretendida universalidad de muchas ideologías y pensamientos!

Imagen: Panorámica de Palencia en 1882 realizada
desde la iglesia de San Pablo (AHPPa, J. Laurent). 

Palencia: momentos, personajes y lugares para la historia (1808-1935)
Javier de la Cruz
Aruz ediciones, Mayo de 2017


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