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La mina de ‘San Fidel y Anejos’ en la estación de Santibáñez de la Peña (1909-1922) | Curiosón

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La mina de ‘San Fidel y Anejos’ en la estación de Santibáñez de la Peña (1909-1922)

A partir de la documentación que durante años guardó su padre, Luis Manuel Mediavilla aporta un interesante estudio sobre la actividad minera en el incipiente núcleo de la Estación de Santibáñez de la Peña. El artículo, referido a las labores desarrolladas por las empresas Antracita Palentina y Antracitas de Santibáñez entre 1909 y 1922, aborda aspectos como los sistemas de explotación, las plantillas de trabajadores, la producción, los clientes que adquirían el carbón, los conflictos sociales o las medidas de seguridad laboral. De esta forma, el autor aporta nuevos datos sobre una etapa poco conocida de la minería en nuestra provincia y sitúa el origen de algunas de las explotaciones que después permanecieron activas durante décadas.


Otro de los libros conservados recoge asientos de jornales y producciones de los pozos de Matamala, San Fidel y Las Vargas en la última etapa de Antracitas de Santibáñez, desde febrero de 1921 hasta marzo de 1922. En ese tiempo, la plantilla del interior estuvo compuesta por entre 11 y 29 personas, mientras que la del exterior osciló entre 8 y 13. El último asiento corresponde al 9 de abril de 1922 y sólo incluye a nueve, ocho en el interior y uno en el exterior, dedicados con seguridad a tareas de conservación en unos momentos de incertidumbres por el cambio de empresa, como veremos más adelante. Lo que resulta evidente es la gran reducción de plantilla respecto a la que había a en la etapa anterior, circunstancia que sólo puede explicarse por el recurso a las contratas que se prodigaron en esta empresa, con terceras personas que se encargaban de las labores en cada pozo, lógicamente, con personal por ellos aportado.

Las contratas

Los libros ponen de manifiesto que por entonces era habitual la contratación de labores con terceros, no sólo de los arrastres y acarreos, sino incluso de la explotación de la mina, como vemos en el caso de Antracitas de Santibáñez. Esa práctica dio pie a la aparición en la zona de diversos empresarios que gestionaban tales trabajos, siendo Cayetano Fernández uno de los más destacados. Era un activo industrial residente desde los primeros años del siglo en La Estación, donde regentó un comercio de ferretería y loza, aunque también hizo incursiones en la venta de abonos, la fabricación de gaseosas y la extracción de arena que remitía a la factoría de Arija. Seleccionando en la documentación los datos referentes a este hombre, vemos que ya en 1918 tenía contratadas las labores en el pozo de Las Vargas, en sociedad con Victoriano Menéndez, otro de los vecinos del citado lugar, que en 1914 había desempeñado el puesto de capataz en la mina de la Cántabro Asturiana de Villanueva de Arriba. Cayetano Fernández también se asoció con Agustín Cisnal, médico de profesión, para contratar los trabajos de explotación en el pozo de Valdeabuelo.

Un tercer grupo de contratistas lo formaron Mariano Peral, Nicolás del Amo e Ignacio Merino, para realizar las labores del pozo El Campillo. Peral fue quizás el primer industrial que se asentó en La Estación, dedicándose al comercio del vino y otros artículos, a la vez que su esposa, Engracia Ania, regentaba una afamada fonda.

Se desconocen las condiciones de estos contratos, aunque a la luz de los datos que aparecen en los libros puede deducirse el contenido de algunas de sus cláusulas. Principalmente la referida a la remuneración, que estaba en función del carbón obtenido y fijada en 19 pesetas por tonelada extraída en Las Vargas y en 17,50 en los otros pozos, posiblemente puesta en el basculador de las cribas, lo cual explicaría la diferencia del primero, mucho más alejado y con peor ruta. Del importe mensual de tales percepciones debían dejar un diez por ciento en la caja de la empresa, en concepto de fianza, que iban recuperando periódicamente. La empresa, por su parte, les facilitaba algunos materiales y servicios que después les facturaba, entre ellos la dinamita con los accesorios para su utilización y los trabajos de fragua, especialmente los aguzados de picas y pistoletes. De los recibos registrados se puede calcular que los tres grupos de contratistas entregaban respectivamente una media mensual de 290, 180 y 80 toneladas de carbón, procedentes de los citados pozos.



Luis Manuel Mediavilla de la Gala
Aruz ediciones, 2013
colección de historia montaña palentina




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