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Palabras, palabras, palabras | Curiosón

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Palabras, palabras, palabras


  • Curiosón es un metete, el chico que lo quiere saber todo de ti y por eso recibe repuestas como “y a ti qué te importa” pero su tozudez y constancia lo lleva a enterarse hasta el más mínimo detalle de todo. Que el Diccionario de la RAE no lo registre es un pecado por omisión que ensombrece el prestigio de dicho diccionario.


Leo en Curiosón la reseña firmada por Froilán de Lózar del libro “Todos los nombres” del gran escritor Saramago. En ella Froilán confiesa compartir la misma afición que Don José, -el protagonista de la novela-, al que le gusta coleccionar vidas, por lo que llevan un archivo secreto de nombres de personas que despuntaron en algo.

Cuando termino de leer el artículo, el mismísimo autor me señala con su dedo índice de la mano derecha preguntándome:

—Y tú, ¿Qué coleccionas tú?
—Palabras, yo colecciono palabras—le contesté sin dudarlo ni un segundo.
— ¿Palabras, palabras, palabras?
—Sí, porque hay palabras puñales que dañan y lastiman, falsas y fingidoras, dulces y poderosas y son ellas las que hacen que las historias cobren vida y que como mariposas vuelen libres llevando enganchados los sentimientos en sus pliegues. A veces su ausencia nos desconcierta y nos lleva a decir “no tengo palabras”, se impone el silencio y es él el que se expresa.

Algunas son contundentes como noray que hostigadas por los vientos saben a óxido y huelen a mar, y otras están dotadas de gran fragilidad como felicidad que cual pompas de jabón todos quieren atrapar. Las hay irresistibles como cereza cuando el crujido de su carnosidad estalla en nuestra boca inundándola con su jugo, y las que nacen  en Vitoria como naipe que recorren mundos elegantes y adinerados y también pasan por las manos de los indigentes que jugando  matan las tediosas horas  de su vida.

Y... hay palabras a las que tú no eliges sino que son ellas las que te eligen a ti una tarde de domingo que hace un frío que pela y decides quedarte en casa en compañía de Elena Poniatowska. La palabra surge ante tus ojos con un protagonismo brutal: jacarandá. Sin conocer su significado ya dices: “me la quedo”. En un primer momento engatusa con su sonoridad y enamora con su ritmo. Después, con su tronco fortalecido, su vistosa frondosidad y el atractivo que encierra, hace que te olvides de todas las demás.
Su sonido permanece en suspensión como esa fragancia dulce que emana de sus flores en primavera. Me gusta la graciosa cadeneta que forman sus aes, la jota llevando el ritmo del baile y la tilde en la última marcando el paso. Me divierte la jácara que trasciende de sus ramas agitadas como música errante en los labios del viento. Y me seduce esa jarana que tiñe el crepúsculo de azul formando una alfombra de pétalos refugio de enamorados.

Miro hacia el exterior imaginando cómo quedaría un jacarandá entre los prunos, magnolios y castaños de indias de la plaza, pero el frío que  transmite la nieve a través de los ventanales me lleva a mirar  hacia el calor del hogar con nostalgia. Y me encuentro con palabras que están muy lejanas en el tiempo y en un lugar de la provincia de Palencia que hay que cerrar los ojos para verlo, porque la realidad lo ha transformado; pero ni la más mínima pátina de polvo las ha cubierto porque  pertenecen al ámbito de mi infancia  y están entrelazando el mundo de los afectos  con los que he construido mis propios recuerdos. Son palabras con contexto, significan mucho más que la definición fría del diccionario, están cargadas de olor, de sabor, de compañía y de espacios vitales.

Estufa es un lugar de la casa cálido y acogedor, lugar de encuentro de la familia, vecinos y conocidos; mientras, los pequeños juegan en el suelo percibiendo la seguridad o las inquietudes que los mayores les transmiten

Trébede es el suelo de la estufa tan caliente que no se puede pisar directamente y siempre se cubre con un ropón confeccionado por la abuela. A la vez los cristales de la ventana, que están empañados, invitan a hacer garabatos con los dedos por donde se ven los silenciosos copos de nieve uniformándolo todo.

Cocido es un olor familiar al entrar en casa y un sabor contundente; no puede faltar una madre generosa y entregada en la cocina ultimándolo todo para que la familia empiece a comer.

Brisca, un juego de cartas que reúne a mayores y pequeños las  tardes de domingo y hay risas y gritos porque todos quieren ganar, la edad no es un pase directo al triunfo, gana quien suma el mayor número de puntos.

El Parte, una voz atronadora con un látigo en la mano que todos los días y a la misma hora avasalla la paz de las familias esparciéndose por todos los rincones de la casa y la voz del padre diciéndote: “pero quieres callarte y dejarme escuchar El Parte”.

Curiosón es un metete, el chico que lo quiere saber todo de ti y por eso recibe repuestas como “y a ti qué te importa” pero su tozudez y constancia lo lleva a enterarse hasta el más mínimo detalle de todo. Que el Diccionario de la RAE  no lo registre es un pecado por omisión que ensombrece el prestigio de dicho diccionario.

Palabras, palabras, palabras...




De la sección de la autora en "Curiosón": "Retazos de vida" @MPMoreno2015

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