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Casado del Alisal

Las ideas sobre arte de Casado le vienen de su formación académica acrecentándolas con su propia experiencia. Se puede decir, en principio, que Casado es un naturalista, no sólo por el recurso a los pintores del barroco, sino por propio convencimiento. Un naturalista que posee unos límites muy marcados; no llegó a comprender a Goya, arte nuevo y extraño, “extrañas y sublimes excentricidades”, pero se sintió, como tantos otros, fascinado por su obra. Tampoco acepta la servil imitación de la realidad (crítica a Galofre por copiar sin la menor atención fotografías cuadriculadas). Admira a la artista que como Morera, practica una observación atenta y simpática de la Naturaleza y reproduce ingeniosamente las impresiones recibidas, sin que por ello podamos deducir que llegase a los extremos impresionistas. 


Rendición de Bailén, de Casado del Alisal 

Arturo Caballero

Nació en Villada el 24 de Marzo de 1831, trasladándose con su familia muy pronto a Palencia donde siguió las enseñanzas de Justo María de Velasco y la Escuela Municipal de Deusto de Dibujo.

En 1847 o 1849 –según autores- marcha a Madrid para estudiar en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, asistiendo además al estudio particular de Federico de Madrazo. Ambas actividades le proporcionan una sólida formación Académica lo que unido a sus contactos con el Duque de Pastrana, de quien su padre era administrador, le permitieron incardinarse en los círculos aristocráticos cuyo favor no perdió nunca.

 En 1855 obtuvo una beca para estudiar en Roma donde cambia su estilo y desde donde manda las primeras obras que iban a tener una gran repercusión en el ambiente artístico madrileño: La muerte del Conde de Saldaña tuvo mención honorífica en la exposición Nacional de 1858 y por Los últimos momentos de Fernando IV el Emplazado logró Primera medalla en 1860 iniciando una carrera de triunfos y honores.
 Una prórroga de la pensión le permite ir a París en 1860 donde realiza el Juramento de Las cortes de Cádiz de 1810 y, sobre todo, su alabadísima Rendición de Bailén en 1864.

 En Diciembre de 1865, a su vuelta a España es nombrado Profesor de Estudios de Aplicación a la Segunda Enseñanza, y da clases elementales en la Escuela Superior de Pintura, Escultura y Grabado; la Revolución del 68 le aleja de los temas históricos para centrarse en la pintura de género; de estas fechas data su relación con Gustavo Adolfo Bécquer.

 La monarquía de Amadeo no le priva de encargos oficiales, así realiza La jura de la constitución ante las Cortes españolas por el rey Amadeo I de Saboya que concluyó en 1871. Sigue realizando retratos oficiales como el espléndido de Espartero. Por mediación de Castelar, La Repúbica le propuso como Director De la Escuela Especial de Bellas Artes en Roma. El 27 de Septiembre de 1873 se le nombra para el cargo.

En Febrero del 74 toma posesión permaneciendo en Italia hasta el 1 de Octubre de 1881, fecha en la que renuncia por enfermedad.

En la segunda estancia en Roma se acerca hasta el naturalismo y abandona la pintura detallista de etapas anteriores: La damisela azul, La Odalisca, y La Leyenda del Rey Monje son buen ejemplo de ello. Esta última fue una de las obras más polémicas de la pintura de historia por la que no obtuvo el esperado premio de Honor, de lo que le resarcen las medallas de Oro de Viena y Munich en 1883.

  No consiguió tampoco la plaza de Director del Museo de Pintura, pero ello no mermó su crédito y sigue teniendo encargos de todo tipo: retratos del Rey y de los políticos más notables, cuadros de género, participación en la decoración de S.Francisco el Grande con el lienzo La Batalla de Clavijo. Su estudio lo tiene en Bárbara de Braganza donde le llegan reconocimientos oficiales. (Gran Cruz de Isabel la Católica) y en el 83 recibe el nombramiento de Académico de Número de S.Fernando, leyendo su discurso de ingreso “Impresiones sobre la pintura moderna”.

El nueve de Octubre de 1886 murió en Madrid a causa de una enfermedad pulmonar crónica.

Sus ideas estéticas

Es inútil buscar en él la profundidad de los hermanos Shlegel, Schelling, Hegel, Ruskin, Taine, Stendhal, Gautier, Baudelaire o Zola. Seguramente desconocía los escritos de estos nombres fundamentales para entender la estética del siglo XIX.

Las ideas sobre arte de Casado le vienen de su formación académica acrecentándolas con su propia experiencia. Se puede decir, en principio, que Casado es un naturalista, no sólo por el recurso a los pintores del barroco, sino por propio convencimiento. Un naturalista que posee unos límites muy marcados; no llegó a comprender a Goya, arte nuevo y extraño, “extrañas y sublimes excentricidades”, pero se sintió, como tantos otros, fascinado por su obra. Tampoco acepta la servil imitación de la realidad (crítica a Galofre por copiar sin la menor atención fotografías cuadriculadas). Admira a la artista que como Morera, practica una ovserbación atenta y simpática de la Naturaleza y reproduce ingeniosamente las impresiones recibidas, sin que por ello podamos deducir que llegase a los extremos impresionistas.

  Su naturalismo está matizado tanto por su formación, como por las doctrinas románticas traídas a España por Federico de Madrazo. Es consciente del carácter ecléctico de su tiempo “los tiempos modernos ofrecen poco espacio para las ideas sublimes” y por ello no duda en acudir a episódios del pasado para inspirarse.
Casado, como buen heredero de la gran pintura española, se mantuvo equidistante entre el sometimiento ciego a la realidad y la búsqueda de un ideal. Quizá pueda comprenderse mejor cuando se analiza su contestación a la pregunta de Bécquer: “¿usted cree que un retrato no es más que una fotografía humana y que el arte no va más allá?”, “Nada más que eso –le dice– el cariño que me inspira el modelo... algo particular que había en la atmósfera... ¿Qué sé yo? una porción de cosas que pude sentir entonces y recuerdo ahora... pero, ¿quién más que yo puede sentirlo?”. Así pués, el pintor renuncia a la posibilidad de hacer transcendentes por medio del arte los sentimientos del propio artista; incluso cuando el poeta vuelve a insistir en el valor emocional de la obra de arte, Casado no lo comparte y solo lo admite cuando se aplica a lo general, a cosas de más importancia que pueden encontrar eco en todos.

Crítico duro pero generoso, aprecia a sus compañeros de oficio y era capaz de aplaudir su estilo y temas aunque no coincidiesen con los suyos propios. En su repaso a la pintura contemporánea menciona atodos los que se consideran actualmente los grandes de aquella época y a muchos otros que se han quedado en el camino.

Positivas: Inspiración, colorismo, identificación en el espíritu de lo que se va a plasmar, fácil manejo del pincel, ejecución briosa y sencilla, composiciones ordenadas, delicadeza, firmeza pictórica, estudio del desnudo, concepto claro a la hora de la realización.

Negativas: Burda imitación, plástica picante (pintura de efecto), los motivos pequeños (de espíritu), la improvisación, los efectos decorativos.

BIOGRAFÍA

Número 29 de Pernía © Edita y Dirige, Froilán de Lózar

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