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En estos días en los que vivir es un arte…

En estos días en los que vivir es un arte como cantaban los "Celtas Cortos" nos damos cuenta cómo, casi siempre, que todo cambia para que nada cambie demasiado. Vivir nunca ha sido fácil.


Miles de personas se suicidan cada día con toda la sociedad, casi al completo, dándoles la espalda. En los últimos 45 años las tasas de suicidio han aumentado en un 60% a nivel mundial. Casi un millón al año. Una muerte cada 40 segundos. Y los intentos de suicidio son 20 veces más . Y precisamente es con los que sobreviven a estos últimos con los que se puede interactuar. Pero por no dedicar los suficientes medios y presupuestos para reducir ese gran problema e ignorándolo, no nos damos cuenta que nos afecta a todos y que cada día va en aumento en todo el mundo.

Con el resto de la población ocurre desde tiempos inmemoriales un carroñeo para poder sobrevivir, cuando nuestros “tatata… rabuelos” robaban algún despojo a las hienas para hacerse con algo de carne fresca allá por el Pleistoceno. La situación actual de “crisis” que domina el mundo globalizado y buena parte del emergente con hileras de personas rebuscando en los contenedores-estercoleros lo ha modernizado. Convertido en “carroñeo urbano” y es a otras hienas que se alimentan del soma que los “mass media” ofrecen, a las que se hurga en sus basuras.

También se ha pasado por épocas de gloria y alabanza hacia unos pocos dirigentes en los que residían las mejores condiciones de vida, pero sin embargo quienes no pertenecían a esas élites su modus vivendi resultaba de lo más duro. Como se puede achacar a cualquier Imperio, cacique o dictador que haya habido en la Historia.

Ha sido precisamente en esas épocas, intermedias entre Imperios, esos cambios convulsos cuando ha surgido y resurgido la bandera de la mejora de las condiciones del pueblo, aunque fuera “todo para el pueblo, y en nombre del pueblo, pero sin el pueblo” como ocurría en los tiempos de la Ilustración.

Más bien se convertía en ese dicho popular que escuché muchas veces de los labios de mi abuela diciendo: “Come con el guarda, vive con el guarda, duerme con el guarda… y cuando puedas líbrate del guarda”. Así se crearon a sí mismos, y por desgracia siguen surgiendo cada día, muchos dirigentes que endiosados a ojos de los pueblos, por sus propios sistemas de propaganda y de represión; siguen subyugando a una mayoría que simplemente pretende salir adelante con lo que buenamente puede.

No hay que mirar a otro tiempo. Al de las postguerras y “el hambre”, los “Tiempos de Silencio”, los “Santos Inocentes”, las “Colmenas” y los “Pascual Duarte”. Siguen vigentes viviéndose hoy en día y en muchas partes del mundo y en tu propia esquina y sino, observa un contenedor durante horas, te sorprenderás de cuantas personas se acercan a husmearlo. Aunque no se hable de ello, no dejan de existir por eso, dichas situaciones.

Quizá si nos atenemos a las estadísticas y a la historia económica llegaríamos al sorprendente resultado siguiente: “Nunca se ha vivido tan bien como en este momento” como comentaba en sus escritos el economista austríaco Ludwig Von Mises hace no tantos años. Pero por paradójico que resulte no podemos contentarnos con dar el visto bueno a estas reflexiones para caer en los postulados de Milton Freeman y por seductores o lógicos que nos parezcan sus teorías dejar de denunciar que podían ser mejores aún y desde hace ya mucho tiempo, no para todos pero sí para quien más lo necesita a costa de quien ahora más lo disfruta.

No es un alarde de optimismo, o una defensa de los planteamientos políticos, y mucho menos de su aplicación práctica socio-económica de quien actualmente ostenta el poder, sino que nos estaríamos refiriendo a lo largo de toda la Historia en qué momento se han dado las condiciones mejores para el mayor número de personas de todas las dadas hasta ahora.

Aunque por supuesto en determinadas regiones, como la Europa actual más la periférica sur sí cabe, no sea el mejor ejemplo. Por otro lado la percepción de la sociedad de esta situación no tiene por qué encajar con la situación práctica de lo comentado. De hecho ahora mismo, salvo por unos pocos se percibe todo lo contrario (cuando quizás quienes defienden eso han vivido mejor hace algunos años).

Dejando a un lado la nostalgia con los argumentos de “cualquier tiempo pasado fue mejor” y, teniendo en cuenta que la mayor parte de los individuos del mundo actual la situación no es precisamente la más aconsejable. Personalmente pienso que debería ser mucho mejor y conseguir una mejor redistribución de la riqueza. Los modelos no deben apuntar a países ricos y países pobres, sino a mejorar las condiciones de la mayor parte de individuos que habiten cualquier país.

Esta torre de marfil en la que nos quieren hacer vivir y creer la mayoría de los políticos. Como si fuera una realidad utópica a la que llegaremos algún día si se cumplieran a rajatabla sus programas electorales. Cuando en realidad se trata de un futuro distópico cada vez más cercano y cada vez más difícil del que evadirse.

Existen modelos buenos o malos (y algunos son criminales), pero quizá haya que poner el énfasis en sus aplicaciones, en su praxeología, si se prefiere en la realidad de lo que acontece tras unos años de práctica. Cada partido político emula una serie de ideas apriorísticas en las que confía como fe ciega. Como Dios de su religión. Ensalzando su propio pasado, metiendo bajo la alfombra a sus peores dirigentes y a sus episodios de ruina.

Y resulta que si todos fuésemos hormigas o abejas sacrificados en pos de la causa común, dejándonos la piel en nuestro cometido, llegaríamos a la conclusión de que lo bueno o lo malo ya no es tanto el modelo, sino que siempre el peso y las peores condiciones recaen en las hormigas obreras, en las abejas soldado en las exploradoras que mueren a cientos cada día empotradas en los parabrisas de los cristales de nuestros coches. Por desgracia hoy apenas se habla de la siniestralidad laboral como problema, cuando sigue estando ahí y es muy relevante. Y que unos pocos representantes, con cientos de privilegios son los zánganos que gozan realmente de las mejores condiciones de la vida. Y a los que ni siquiera se puede investigar… como debiera.

Hace pocos años recordaba alguna entrevista en la que le preguntaban a Jordi Pujol por el desprestigio de la política y él aludía a Aristóteles cuando hablaba del Zoón Politikón y lo traducía como que el ser humano era un “animal político” y la política debía de ser ensalzada. Humildemente creo que Aristóteles no se refería a eso, sino a que el ser humano es “un animal de la Polis (o ciudad-estado de la Grecia Clásica) a medio camino entre los animales y los dioses”. Lo que no decía Pujol es que el propio Aristóteles postulaba que nunca existiría una Democracia sin esclavos que pudieran ocuparse de las labores más denigrantes o duras de una sociedad. Está claro que el ex-presidente de Cataluña, quien hasta que un juez diga lo contrario sigue manteniendo intacto su derecho a la presunción de inocencia; y Aristóteles se equivocaban.

Estoy de acuerdo en que la política de los políticos anónimos con cuentas corrientes necesitadas, aquellos que se desviven por mejorar las condiciones de todos y que creen realmente que lo que hacen sirve a la mayoría y no a ellos mismos o a los intereses de sus partidos, deberían ser ensalzados y encumbrados. Y no expulsados y acallados, como demuestra la práctica. Pero es culpa de todos cuando no salimos a la calle para defenderlo con uñas y dientes, en vez de hacerlo para defender una identidad o cuando desciende un equipo de fútbol.

La autocrítica de los partidos debería hacer hincapié en quién y por qué lo ha hecho mal dentro de los suyos en el pasado para mejorar la aplicación de su modelo. Empezando por explicarnos realmente qué están haciendo para acabar con la corrupción cada uno de sus filas. Y no en defender epistemológicamente un modelo, que como cualquier otro se basa en axiomas que hay que dar por válidos y por lo tanto siempre tendremos que aceptar algo por bueno para poder construir lo siguiente.

Los modelos se acaban convirtiendo en tautologías, cortinas de humo para enriquecer a los de su cuerda, subterfugio de corrupciones cada vez más frecuentes independientemente de los partidos o de sus ideologías; sino mejoran la renta per cápita de los miembros de las distintas comunidades que conforman la sociedad y no sólo de los propietarios de los amarres de los puertos deportivos más caros en un país con más de 6000 kilómetros de costa no sirven. Sea el modelo ideológico que sea.

Mientras haya un grueso de la sociedad que mire hacia otro lado, seguirán aumentando los suicidios, los niños-esclavos trabajando horas y horas, seguirán las mujeres vendidas como esclavas sexuales, seguirán las industrias armamentísticas y los artículos de lujo enriqueciendo cada vez más a unas pocas familias… seguirá aumentando el paro, seguirán los recortes, seguirán el culto a las personalidades… seguirá cambiando todo para que nada cambie demasiado.

En estos tiempos en los que vivir es un arte y en pocos años han subido todos los impuestos, menos el de la compra-venta del propio Arte que ha bajado, acabaremos viendo en un museo ya no “La fuente” (el inodoro) de Marcel Duchamp sino grupos enteros de personas que antes eran considerados clase media y qué, para poder comer y refugiarse bajo techo, tendrán que acudir cada día a ese museo para trabajar interpretando el papel de estatuas humanas y haciendo de ellos mismos en el pasado. “Alcántaras” de otro tiempo para poder sobrevivir en estos días en los que vivir es un arte.

Datos de la OMS publicados en agosto de 2012, publicados en who.int




CUADERNO DE CHEMA
De la serie, "La curiosidad hizo sabio al gato".

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