Y esto en un tiempo áspero, que primero puso trampas en su camino profesional y luego trató de adornarse con su prestigio literario. Esa integridad del personaje que no incurre en arrumacos de vanagloria fue el broche a una trayectoria intachable. Se las tuvo con el todopoderoso ministro Fraga hasta perder la dirección de su periódico; dijo adiós a la Academia cuando comprobó que ir allí suponía una pérdida de tiempo; y rechazó la millonada del Planeta para mantener su dignidad al margen de compadreos.
Quizá por todo eso, a diferencia de otros colegas áulicos, no recibió en vida ninguno de los colgantes nobiliarios que reserva la Corona para los del gremio. Ni títulos ni toisones. Siempre se mostró a gusto entre sus personajes. Como uno más.
Ernesto Escapa
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